La crisis turca ha contagiado al resto de las economías que están en vías de crecimiento. Y es que en los últimos años el país otomano ha vuelto a caer en la trampa característica de los emergentes: déficits que se traducen en incrementos de deuda, en muchos casos en divisas fuertes, lo que provoca que en momentos de caídas del dólar los Estados tengan problemas económicos, en muchos casos devastadores.
Como los mercados pintan con brocha gorda, en el primer momento parece que todas las economías emergentes se meten en el mismo saco. Sin embargo, las latinoamericanas, que son las que se asocian directamente con nosotros, no se encuentran en una situación siquiera comparable. Al margen el caso singular de Venezuela, Argentina es la única excepción, pero no hace falta recordar que perdió la condición de país invertible por méritos propios hace ya muchos años.
El resto de economías se han transformado totalmente desde la última crisis emergente. A diferencia de Turquía, la mayor parte de los países latinoamericanas importantes han dado la vuelta a la balanza de pagos. Además, mantienen niveles de deuda sobre PIB razonables. En definitiva, la región está mucho más consolidada en términos de niveles de reservas, volumen de deuda y balanza de pagos.
La fortaleza del dólar ha provocado que se desate una tormenta indiscriminada sobre los emergentes. Sin embargo, conviene diferenciar entre aquellos países cuyos problemas eran de sobra conocidos y en los que han persistido ellos mismos frente a los que han sabido cambiar el rumbo.
El contagio que se ha producido parece ignorar todo lo anterior. Y de ahí la oportunidad. En el caso concreto de las Bolsas, una de las razones del mal comportamiento reciente del mercado español ha sido precisamente esa: atizar y luego preguntar.
Artículo publicado en ABC.
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