Como en la fábula del escorpión y la rana, el nuevo gobierno ha enseñado la patita. El aluvión de medidas económicas que han anunciado en los últimos días son más un gesto de cara a la galería que algo que realmente vayan a poder sacar adelante en lo que dure la legislatura. Pedro Sánchez está tirando de manual. Del manual más rancio: subir los impuestos, aumentar los gastos, derogar algunos aspectos de la reforma laboral y echar la culpa a la herencia recibida. Para este viaje no hacía falta estas alforjas. Hasta aquí ha llegado la audacia.
Si esto es todo lo que puede ofrecer, que pase el siguiente. Ya sabemos cuáles son las consecuencias de estos remedios. Quizá deberían mirarse más en el espejo de Portugal. Un gobierno de corte parecido que ha sido capaz, en contra lo que se podía esperar, de poner en marcha una serie de reformas valientes que han transformado la economía del país vecino.
Está desperdiciando una magnífica oportunidad -tal vez la única que vaya a tener- para desmontar los prejuicios que muchos pudiéramos tener respecto a sus ideas económicas. Sin embargo, Sánchez ha optado por el camino más fácil: el discurso victimista y los remedios populistas. Probablemente, también pretende achicar espacios en lo económico. Guindarle el discurso a Podemos. Sin embargo, teniendo tan recientes las consecuencias de esas políticas puede que resulte contraproducente desde un punto de vista electoral.
Se han escorado muy rápido a la izquierda, enterrando cualquier atisbo de esperanza que el planteamiento del mandato hubiera podido suscitar. Lo único bueno es que no van a poder hacer mucho daño y que se les ha visto el plumero. Lástima, otra oportunidad pérdida.
Artículo publicado en ABC.
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