Foto: OHL
El culebrón del verano en los mercados financieros ya tiene protagonista: OHL. El batacazo de la acción en Bolsa durante las últimas semanas han situado a la constructora en el centro de la diana. Y es que desde el relevo de Juan Miguel Villar Mir no dejan de salir muertos de los armarios. Primero una venta con nocturnidad –y parece que forzada– de una de sus participadas a un precio que activó todas las alarmas. Después, la publicación de resultados no cumplió con las expectativas y reconocieron cierto sobreesfuerzo en alguno de los proyectos en cartera. Y como puntilla, las agencias de calificación han hecho de las suyas. La comparación no puede resultar más sencilla: otra Abengoa a las puertas.
Sin embargo, creo que ese análisis sería de precipitado y muy injusto aunque no hay duda de que la constructora no se ha caracterizado nunca por su transparencia y la situación de su balance dista de ser óptima. De todos modos, el precio al que cotiza la compañía solo se podría justificar si la compañía aún tuviera que reconocer agujeros en alguno de los proyectos en desarrollo por más de 700 millones de euros. Y eso resulta mucho suponer.
El nuevo CEO, durante la publicación de resultados hace pocos días, realizó un desglose detallado de la situación que atraviesa la compañía y para nada se pudo inferir que semejante agujero permanezca en un armario. Todo lo contrario. El nuevo máximo responsable ejecutivo parece tener las ideas muy claras y las últimas noticias han podido ser el peaje a pagar por el golpe de timón que se ha producido. Si este es el caso, la valoración actual neta de deuda de los dos principales activos de la compañía -México y la participación en Abertis-, representa más del doble de lo que hoy capitaliza la compañía.
Artículo publicado en ABC.
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