Los datos sobre la evolución de las exportaciones y la inversión directa en España siguen siendo motivo de alegría. El crecimiento del PIB en el segundo trimestre se ha sustentado en tres pilares: exportaciones, inversión directa y demanda interna. Más allá de la evolución del consumo, que tiene su propias dinámicas especialmente tras lo ocurrido en los últimos años, las cifras de exportaciones e inversión en España constituyen el mejor indicador del cambio de modelo productivo de nuestra economía.
Las ganancias de competitividad son un hecho: exportamos más que el resto de nuestros socios porque somos más competitivos y ya podemos apreciar segundas y terceras derivadas de dichas ganancias. Al vender más en el exterior, aumenta la inversión de las propias compañías instaladas en nuestro territorio para ampliar capacidad y cubrir la creciente demanda. Gracias a ello, lógicamente, España ha ganado atractivo como destino de la inversión extranjera.
Las reformas estructurales de los últimos años –fundamentalmente la reforma laboral– son la razón de este cambio de tendencia. Lo más difícil está ya hecho. Las bases para este modelo de crecimiento están ya asentadas y ahora toca perseverar en todo aquello que ha funcionado bien. Si eso no puede ser –lo que representaría todo un tropiezo económico nacional–, debemos evitar cometer el error de revertir las medidas cuyos beneficios ya estamos disfrutando.
Artículo publicado en ABC.
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