El dato del PIB del segundo trimestre del año ha provocado alguna reacción airada. El crecimiento fue una décima inferior de lo esperado, el 0,6%, lo que en términos interanuales supone un ritmo algo inferior al 3%. Lo importante ahora es analizar si lo mejor está o no por detrás. Ese menor crecimiento se debe sobre todo a que el sector exterior ha contribuido menos de lo que se estimaba. El resto de motores de la economía española siguen inasequibles al desaliento.
En lo que respecta al sector exterior, siempre que la guerra comercial de Trump no se agrave, la desaceleración de los últimos meses es coyuntural. Importa señalar que la mitad de nuestras exportaciones van a la zona euro, que es nuestro principal socio comercial, y que las perspectivas de las principales economías siguen siendo halagüeñas.
Respecto al consumo interno, que es la otra pata de la economía española, el alto ritmo de creación de empleo permite ser optimista. Sin embargo, para contrarrestar la menor renta disponible, una disminución consecuencia de la subida del precio del petróleo y la baja tasa de ahorro, es importante que empiece a funcionar la palanca de los salarios. Todo parece indicar que así está siendo, por lo que podemos estar tranquilos por ese lado.
Lo cierto es que no importa mucho si la velocidad de crucero de la economía española es de un 2,7% o un 3%. La clave para mantener estos crecimientos, muy superiores a la media de los países comparables, es seguir perseverando en las reformas económicas que lo han hecho posible. El Gobierno actual, sin embargo, no parece el ideal para continuar con esta labor, al calor de los acontecimientos producidos en las últimas semanas. Ahora solo nos queda esperar que no hagan mucho daño.
Artículo publicado en ABC.
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