Esta semana termina el primer trimestre y tras las idas y venidas, el comportamiento de la Bolsa no va a resultar especialmente malo. La volatilidad ha sido protagonista y por eso todos tenemos una sensación muy negativa de los últimos tres meses, lo que probablemente constituya el mejor argumento para estar positivo con vistas al futuro. Tras la ineficiencia del mercado nos topamos con las emociones, responsables de que el mercado, en ocasiones, se pase de largo o se quede corto.
Hoy no es difícil intuir que nos encontramos en uno de esos momentos en los que no llega. Todo ha dependido del color del cristal por el que hemos observado los acontecimientos en los últimos meses. China se hunde, la caída del precio del petróleo se lleva por delante el sistema financiero, las economías emergentes saltan por los aires… Nada de esto ha pasado, el mundo sigue girando y, probablemente, teniendo en cuenta el punto de partida, la realidad supere las expectativas.
Este año, la economía en su conjunto crecerá más o crecerá menos pero no va a descarrilar. Todo lo contrario: es muy probable que los consumidores de Estados Unidos y Alemania nos den alguna alegría inesperada, las empresas van a seguir ganando dinero y generando dividendos en un entorno de tipos de interés bajos y la actividad corporativa seguirá siendo la gran protagonista.
Así las cosas, todo apunta a que los meses que tenemos por delante serán mejores que los anteriores en la medida que se confirme que no estamos ante una situación excepcional sino todo lo contrario. Y lo mejor es que lo vamos a saber pronto. Quizá en los próximos meses incluso sean capaces de ponerse de acuerdo para la formación del gobierno y con ello enterremos los miedos que nos llegan de ese frente, aunque a lo mejor me estoy pasando de optimista.
Artículo publicado en ABC.
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