Siendo distinto, parece que la comedia del Brexit tiene puntos en común con la guerra comercial. Tanto es así que, coincidiendo con la reconducción del enfrentamiento comercial, a finales de la semana pasada, británicos y europeos se encerraron en unas negociaciones que podrían llegar a buen término en los próximos días: un Brexit ordenado.
Cuando parecía que la postura de Jonhson era irreconducible, en el último minuto de la última hora han encontrado un camino que puede encauzar la situación y que, a juicio de los negociadores europeos, merece la pena explorar.
Aunque cuando escribo estas líneas no sé cuál va a ser el desenlace de las negociaciones, lo que sí parece claro es que se han vuelto a magnificar las probabilidades del peor de los desenlaces; es decir, una salida desordenada del Reino Unido de la Unión Europea y todo lo que eso supondría.
Y puede ser que el último acto de esta farsa esté más cerca de lo que podíamos pensar incluso los más optimistas. Básicamente se trata de aceptar el plan de May y abrir el proceso de negociación que durante los próximos años definirá las nuevas relaciones entre británicos y europeos, esto es si hay o no un Brexit duro.
Por lo tanto, en el giro que han dado las negociaciones ha pesado sobre todo el hartazgo general tras tres años de dimes y diretes, que están causando un tremendo menoscabo reputacional en las instituciones (en unas más que otras), aunque a algunos pocos expertos les cueste reconocerlo. Los europeos quieren cerrar este capítulo y aplicarse en sacar adelante muchos de los retos que tienen encima de la mesa. Y el rédito electoral de la actual estrategia del primer ministro probablemente se esté agotando.
Artículo publicado en ABC.
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