El rescate de las cajas salió barato

Una semana más estamos a vueltas con el coste del rescate del sistema financiero español. Es un tema con el que muchos se llenan la boca. Reconozco que se trata de una piñata muy suculenta que cuesta dejar pasar.  Cifras astronómicas, tufo de corrupción, las sombras de la intervención. Incluso los liberales de salón se rasgan las vestiduras. A éstos les hubiera parecido más sensato dejar que quebrara el sistema y construir desde las cenizas. En fin.

Sin embargo, si no nos dejamos arrastrar por los bajos instintos, un análisis más sosegado nos permite llegar a conclusiones distintas. La primera sería que no se rescata a las entidades, se rescata al sistema y a las personas que forman parte del mismo. Los accionistas, mandos y en algunos casos acreedores de las entidades rescatadas se les pasa por la trituradora. Al tratarse de un sistema basado en la confianza de los depositantes, cualquier otra alternativa no resulta viable. Y esta es la solución que se ha adoptado aquí y en todas partes.

La discusión teórica sobre las bondades de otras alternativas son cábalas que no aplican en momentos de crisis. Por otro lado, a pesar de que las cifras son extraordinarias, si lo comparamos con el coste que han asumido otros países en los últimos años, no ha sido tan alto. De hecho, resulta muy inferior. En términos de coste en proporción al PIB, el importe de nuestro rescate es el menor de todas las economías comparables, sobre todo de los países anglosajones.

Por otro lado, y aunque es un tema que se menciona creo que no se hace suficiente énfasis, prácticamente todo el monto del rescate ha ido destinado a las antiguas cajas de ahorro. La banca privada española ha salido de la peor crisis financiera de nuestra historia por su propio pie. Las malas prácticas se concentraban en lo más próximo a una banca pública. Por eso sorprende que todavía haya quienes defiendan la banca pública como una solución a nuestros males.

En cualquier caso, todo se podría haber hecho mejor. Una intervención previa hubiera ahorrado muchos dolores de cabeza y probablemente mucho dinero. Lo bueno es que la próxima los políticos tendrán mucho menos que decir porque su ascendencia sobre el sistema tras la desarticulación efectiva de las cajas es nula. Algo hemos ganado.

Artículo publicado en ABC.

José Ramón Iturriaga
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