Se veía venir

A los viejos del lugar no les ha sorprendido lo que está pasando con Abengoa. Como dirían ellos, “se veía venir”. No en vano, ha sido la experiencia la que ha permitido a muchos no pisar ese charco. Ni el balance ni la cuenta de resultados de la compañía permitían anticipar semejante desenlace. Y nada aproximado se podía desprender de lo que contaba el management en sus presentaciones a inversores. Pero sin duda estaba en el aire.

EQED-noviembre-JRIturriaga-Jose-Ramon-IturriagaEn los últimos meses habían dado varios avisos, y no eran los primeros. Se trata de una compañía que tiene un largo historial de vaivenes y malentendidos. Y cuando algo ya ha pasado en otras ocasiones, no sé si es más probable que vuelva a suceder pero de hacerlo, al menos no nos sorprendamos.

Más allá de la importancia de determinar responsabilidades para, sobre todo, evitar que esto se repita, creo que sería interesante entender por qué no se ha atajado antes. Ha pasado hace poco y lo deseable sería que fuera la última vez pero para eso hay que entender por qué se dejan estas grandes naves a la deriva hasta que definitivamente encallan.

Realmente, los bancos acreedores que han ayudado a la empresa a salir al mercado para emitir bonos no sabían lo que había. ¿Han sido lo suficientemente diligentes los auditores? ¿Qué es lo que realmente ha fallado para llegar a esta situación y que la bola de nieve haya alcanzado estas proporciones? A diferencia de Pescanova, este no es un fraude que se haya destapado de un día para otro. Se trata de una compañía que lleva tiempo suscitando dudas a muchos. Menos, según parece, al supervisor.

Los inversores a los que ha pillado han demostrado un enorme desconocimiento o una gran irresponsabilidad hija de la avaricia. En este caso, no existe el beneficio de que era un vecino ejemplar porque, desde luego, no lo era.

Artículo publicado en ABC.

José Ramón Iturriaga
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