La solución que finalmente adopte el FROB con sus participadas –Bankia y BMN– va a resultar, sin duda, controvertida. La herida aún supura como para que cambios de semejante calado pasen inadvertidos. Lo primero que se necesita es un nuevo gobierno, pero ya queda menos. Y para una solución óptima, resulta deseable que dicho gobierno sea sensato y permita descartar una de las propuestas más descabelladas que algunos defienden: alguna forma de banca pública. Sorprende la poca memoria, interesada o no, de nuestros representantes, porque ha sido precisamente una versión de banca pública –las cajas de ahorros– las que llevaron a nuestro sistema financiero al borde del precipicio.
El objetivo del FROB debería ser maximizar el precio de salida de los activos. Bajo esta premisa, una fusión de Bankia y BMN tiene sentido industrial. Fundamentalmente porque en el entrono actual cualquier operación que se pueda traducir en ganancias de productividad y eficiencia lo tiene. Además, este caso también tiene sentido económico para el FROB. En el caso de los bancos, 1+1 suele ser mayor que dos. Además, las capacidades del management de Bankia –entidad absorbente- son conocidas y reconocidas. Han demostrado saber integrar instituciones y extraer sustanciales sinergias en periodos relativamente cortos de tiempo. En cualquier caso, toda decisión que afecte a estas entidades tiene que contar con el beneplácito de Bruselas, pues fueron las instituciones europeas las que lo financiaron. Evidentemente, si esto tuviera lugar, la protección del accionista minoritario debería ser una de las prioridades.
La última vuelta de tuerca del proceso de concentración bancaria en España está a las puertas. La ampliación de capital del Banco Popular dio el pistoletazo de salida y lo que pueda decidir el FROB próximamente sobre sus participadas marcará el camino a seguir durante los próximos –muchos– años.
Artículo publicado en ABC.
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