Como dirían los cursis, la economía española está cambiando de pantalla. El sector exterior sigue como un tiro. Mes tras mes las exportaciones marcan nuevos máximos y la segunda y tercera derivada de las ganancias de competitividad son una realidad: mayor «capex» por parte de las empresas exportadoras y más inversión extranjera directa. Esta situación es la que realmente marca la diferencia con respecto a ciclos anteriores. Por primera vez en los últimos cuarenta años, salimos de una recesión sin que sea la construcción quien lidere la recuperación. El sector está creciendo –lo que es muy buena noticia dado que es muy intensivo en mano de obra– pero, por primera vez en la historia reciente, no es el único motor de la economía.
El otro motor de la recuperación de nuestra economía durante estos últimos años ha sido el consumo, y para que esto siga así, es necesario que los salarios cojan el relevo. El ritmo de creación de empleo seguirá siendo intenso en los próximos años, pero para continuar con tasas de crecimiento comparables a las de los últimos años, el empujón tiene que venir de los ingresos laborales. Por el lado del ahorro no se puede rascar mucho más, por lo que el crecimiento de la renta disponible tiene que venir vía salarios.
El aumento de los salarios, que ya se está produciendo, no tiene por qué afectar a la competitividad de nuestra economía. Se trata de un juego de relativos: en la medida que se mantengan los diferenciales con respecto a otras economías, España mantendrá el atractivo competitivo, que es la gran diferencia con respecto a ciclos anteriores.
Por eso, lo realmente importante es no deshacer lo que nos ha traído hasta aquí, que son básicamente las reformas estructurales que se han llevado a cabo en los últimos años, sobre todo la reforma laboral. Gestos de cara a la galería que no tienen mayor importancia, pero no olvidemos que con las cosas de comer no se juega.
Artículo publicado en ABC.
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