El revival al que hemos asistido en los últimos días, con las comparecencias en el Congreso de los Diputados de los principales responsables económicos de los primeros años de la crisis, ha revuelto un poco el patio. Lo más sonado han sido, sin duda, las embestidas que el señor Rato ha repartido, en un ejercicio más de desahogo que de defensa, por una causa que desde el punto de vista económico –que no social o mediático– carece de trascendencia.
Sin embargo, han sido los ministros de Economía de la etapa socialista los que nos han trasladado a aquellos primeros compases de la crisis, despertando, en el mejor de los casos, sentimientos encontrados. Por un lado, la sensación de alivio tras haber superado la mayor crisis económica de nuestra historia, y además hacerlo con nota. Seguro que recuerdan el arranque de la recesión, con aquella sensación generalizada de que, sin remedio, nos íbamos por el sumidero, en una espiral destructiva en la que cada dato publicado era peor que el anterior.
Y, por otro, la indignación que produce volver a ver a los entonces responsables y escuchar la misma retahíla de excusas que, si entonces no tenían pase, hoy, con la perspectiva temporal, ya resultan grotescas. Las horas de explicaciones han servido, al menos, para constatar lo que ya pensábamos: no estuvieron a la altura. Y más que nadie el señor Solbes, quién reconoció que pudieron hacer más y repartió las culpas: Zapatero y las estimaciones utilizadas, todo en plural mayestático cuando lo lógico hubiera sido la primera persona del singular ya que, probablemente, era el único miembro de aquel gobierno que podía entender la que se nos venía encima. Sin embargo, cuando ya no había solución, decidió abandonar el barco. Por ello, el relato que intentó colocar en el Congreso hace aguas por todas parte. No sé si le habrá servido para aliviar su conciencia, pero desde luego no evita su responsabilidad.
Así, no creo que la comisión del Congreso sirva para determinar la enorme responsabilidad que entonces tuvo, pero espero que al menos sirva para que no se vaya de rositas. Hizo mutis para levantar menos polvo cuando, probablemente, fue –por omisión– uno de los mayores culpables de la forma en la que pasó.
Artículo publicado en ABC.
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