Quizá la vorágine del día a día, el ruido que dice Sánchez, les haya impedido dar la importancia que tiene a una operación que se anunció la semana pasada. El capital riesgo americano Blackstone compró el 50,01% de Testa, la inmobiliaria residencial española. Más que analizar la lógica económica de la operación, que la tiene y mucha, creo que la reflexión que hay que hacer es por qué este movimiento no ha acabado en una salida a Bolsa como estaba planeado. O, visto de otra manera, ¿por qué los inversores de corte oportunista continúan teniendo la ventana de oportunidad abierta en España?
En pura teoría, el precio que hubieran podido obtener los vendedores de la inmobiliaria en Bolsa hubiera sido mayor al que está dispuesto a pagar un inversor de corte financiero, que exige a sus inversiones retornos muy elevados. Sin embargo, el hecho de que la Bolsa española no esté rodando bien, ha provocado este desenlace. No es que Testa no tuviese interés, que lo tiene tal y como demuestra la operación de Blackstone, sino que el dinero final –fondos de inversión, fondos de pensiones, compañías de seguros– está a por uvas.
Los inversores tradicionales siguen sin mirar a España. Las razones de esta aversión darían para escribir una tesis doctoral sobre el behavorial finance –o cómo afectan las emociones a la hora de tomar decisiones de inversión–. Sin embargo, creo que lo adecuado es no perderse en los detalles –más ahora que se valoran tan poco los estudios de posgrado– e imitar a los listos de la clase. En la Bolsa española hay mucho valor: o suben los precios o los sospechosos habituales van a continuar campando a sus anchas.
Artículo publicado en ABC.
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