Tourist go home

La importancia que tiene el turismo en una economía como la española resulta evidente. No hacen falta grandes conocimientos económicos para llegar a la conclusión de que es la primera industria del país. Y es algo que nos viene dado. Los kilómetros de costa y el buen tiempo es algo que nos diferencia. A otros países les ha tocado el petróleo y a nosotros el sol y la playa. Si a lo anterior sumamos las infraestructuras, el interés cultural, la seguridad, la sanidad y la comida, se llega a la combinación virtuosa que ha permitido que España sea este año el país que más visitantes reciba del mundo –algo más de 80 millones-.

Es algo que, sin duda, se ha hecho bien. Y aunque, como siempre, hay margen de mejora, es algo de lo que podemos estar orgullosos. Sin embargo, en las últimas semanas, una corriente antiturismo está cogiendo cada vez más fuerza. Y lo más grave quizá no sea el ruido sino la reacción de algunas administraciones locales o regionales que no están contestando con la contundencia debida en un asunto de semejante calado para las economías de los municipios o regiones en las que tienen responsabilidad de gobierno. Son víctimas de su discurso y de sus planteamientos vacuos, pero, en este caso concreto, su falta de acción puede tener consecuencias graves para lo que sin duda constituye el motor de la economía española.

Tontos son, de acuerdo con la definición de Forrest Gump, aquellos que hacen tonterías. Hoy, todos aquellos que se han levantado en armas contra del turismo a lo largo y ancho de nuestro país pueden encuadrarse en esa definición. Y el problema no son los tontos sino dejarles actuar a sus anchas por los prejuicios de unas ideologías trasnochadas. Espero que no nos tengamos que lamentar.

Artículo publicado en ABC