Las últimas encuestas, con la del CIS a la cabeza, descartan la posibilidad de un partido de izquierda radical al frente del Gobierno de España. Y, más allá de la coalición de gobierno que salga de las elecciones del próximo 20 de diciembre, el escenario que preocupaba a los inversores está descartado. Que gobierne un tándem Mariano-Albert, Pedro-Albert, Mariano-Pedro, Albert-Pedro, no supone un problema para el mercado. Sí preocupaba, y mucho, que un país del tamaño de España tuviera un gobierno que se enfrentara a las instituciones europeas como pasó en Grecia antes de entrar en vereda. Hoy eso resulta imposible y los que empezaron a hacer las maletas tras las elecciones municipales parecen ya están más tranquilos.
Pero la realidad es que en España nunca ha existido la posibilidad de un gobierno radical por mucho que algunos lo, llegaran a creer. La realidad sociológica española y nuestro sistema electoral hacen imposible que un quince por ciento de la población española, que para más señas es joven y urbana, pueda llegar a tener alguna influencia en el gobierno.
Que la tozuda realidad se esté imponiendo una vez más es la mejor prueba de la enajenación transitoria que hemos vivido durante los últimos tiempos. Se han magnificado los riesgos de forma sistemática y se ha atribuido una probabilidad muy superior a los desenlaces apocalípticos de la que realmente tenían. Llevado al extremo, hay que entender que el Apocalipsis, por definición, solo llega una vez en la vida. Y puede ser que nos pille pero de nada habrá servido lamentarnos.
Desde lo que a mí me toca, el mundo de las inversiones, esta actitud resulta una oportunidad vista con algo de perspectiva. Decía el abuelo de un buen amigo que tu matrimonio alcanza la velocidad de crucero cuando ya no te preocupa lo que piensa tu mujer. Aplicado al mundo de las inversiones, el buen inversor es el que no se deja llevar por el último titular.
Artículo publicado en ABC.
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