Volatilidad en el mercado

La Bolsa sube para luego bajar y volver a subir. Tratar de anticipar sus movimientos en el corto plazo es del género tonto. Nadie tiene el teléfono del «señor mercado» para preguntarle qué está poniendo en precio en cada momento. Como siempre, con el retrovisor se pueden llegar a algunas conclusiones sobre por dónde van los tiros.

En los últimos días, se han vivido fuertes subidas de algunas compañías cotizadas sin motivo aparente. De hecho, nos encontramos en un punto ciertamente esquizofrénico, en el que se invierten los papeles y son los gestores de estas compañías los que (nos) preguntan a los profesionales de la inversión qué está pasando en los mercados. A bote pronto, la primera reacción es devolvérsela, recordándoles que son ellos los responsables últimos de la percepción que el mercado tiene de su compañía. Superado el primer impulso, creo que esta situación esperpéntica que vivimos en la Bolsa define por dónde van los tiros. De la misma forma que no había razones fundamentales que justificaran las caídas de muchos activos durante los últimos tiempos, tampoco las hay ahora para lo contrario. Esta es la explicación, aunque no resulte sofisticada ni tranquilizadora para los que profesan una fe ciega en los mercados.

Sin embargo, esta volatilidad constituye la razón de ser de los que nos dedicamos a buscar y aprovechar las ineficiencias en los precios del mercado. Se trata de un ejercicio más cualitativo que cuantitativo, en el que hay que interpretar las razones de dichas distorsiones en los precios para obtener retornos positivos en la medida de nuestras posibilidades. La máxima keynesiana de que los mercados pueden permanecer ineficientes más tiempo que uno solvente es la excusa –muy buena y en cierta medida reconfortante– en la que se refugian aquellos que reniegan de sus principios. Los visto en las últimas semanas (subidas muy fuertes sin razón aparente en valores que lo habían hecho muy mal) se puede interpretar como un paso en dirección correcta. El sentido común siempre se acaba imponiendo aunque, como nos enseña la experiencia, lo haga sin avisar.

Artículo publicado en ABC.

José Ramón Iturriaga
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