‘Welcome’ inversor

La semana pasada se conocieron los datos sobre la evolución de la balanza comercial española en el primer semestre del año. El titular más importante fue que las exportaciones volvieron a marcar récord desde que arrancó la serie histórica en 1971.

De un análisis algo más en detalle se observa que algo ha cambiado en el patrón de crecimiento con respecto a años anteriores. Los países de la Unión Europea, y en concreto de la Unión Monetaria, que constituyen el destino de más del 50% de nuestras ventas al exterior, son los que están recuperando el pulso y tomando el relevo a otros mercados en los que habíamos crecido mucho en las últimas décadas. La discreta mejoría de estas economías, la depreciación del euro y el menor precio del petróleo están detrás del mejor comportamiento de la zona euro y no parece que vaya a cambiar en el corto plazo. El comportamiento de la balanza comercial en los últimos años es la mejor publicidad para las ganancias de competitividad que hay tras el cambio de modelo productivo en la economía española.

Además, no solo exportamos más, sino que tanto las propias empresas como los inversores internacionales han aumentado la inversión en nuestro país para sacar partido de la mayor competitividad. El riesgo más inmediato sería un reversión en las reformas que han propiciado estos datos, fundamentalmente la reforma laboral. Independientemente de lo que se pueda escuchar de unos y otros, desandar el camino andado resulta improbable dado el limitado margen de actuación en política económica de los países de la Unión Monetaria. Por otro lado, y en aras a incrementar el ritmo de la inversión extranjera, resulta clave la seguridad jurídica. Tenemos un ejemplo claro y cercano con Cataluña de lo que no gusta escuchar al inversor extranjero.

Precio pluma

Gráfico del precio del petróleo en el último año. Fuente: Bloomberg
Gráfico del precio del petróleo en el último año. Fuente: Bloomberg

Esta última fase de la caída del precio del petróleo se ha asociado principalmente con los temores sobre la situación de la economía china. Independientemente de en qué quede la desaceleración china, lo de verdad importante es el nuevo escenario de la oferta de crudo en el mundo que, lejos de reducirse, se ha incrementado. Y este nuevo planteamiento ha venido para quedarse. La OPEC, con Arabia Saudí a la cabeza, está al máximo de su capacidad de explotación. Mientras, en Estados Unidos se debate si levantar la prohibición de exportar petróleo fuera de sus fronteras y no en la reducción de sus inversiones en nuevas tecnologías por su menor atractivo relativo. Y aún hay jugadores que podrían también aumentar su oferta de petróleo en los próximos meses.

Así las cosas, más allá del alcance de la desaceleración china, todo apunta a que la economía mundial se va a beneficiar de estos precios gracias a la transferencia de riqueza hacia los países consumidores. Europa en general y España en concreto son dos de las regiones más favorecidas de lo que los cursis hemos denominado como el nuevo paradigma del petróleo.

Con respecto a la gasolina, la semana pasada este diario publicaba un magnífico análisis de los componentes que explican su precio. En pocas palabras, el 50% son impuestos y en un porcentaje algo inferior materia prima. Respecto a esta, no solo influye a cuánto esté el barril –ahora por debajo de los precios del año 2009– sino también la evolución del dólar, divisa en la que se comercializa el crudo. Haciendo un análisis muy básico se llega a la conclusión de que la gasolina no recoge con la misma velocidad las subidas que las caídas de precio de su materia prima. Sube como un cohete (“efecto cohete”) y baja como una pluma (“efecto pluma”). Pero fuera de los datos que pueda haber tras esta paradoja, resulta difícil explicar que con un crudo barato desde hace ya tiempo y un dólar débil, la gasolina esté lejos de los mínimos de este año.

¿Rebajas de otoño?

Los mercados financieros han sido noticia, como suele ser habitual en verano, y ahora toca analizar si se trata de una gripe veraniega o tiene mar de fondo. Tras la sesión del viernes, todos los medios económicos abrían con el mismo titular: la bolsa pierde todo lo ganado en el año y entra en números rojos. Y en realidad, no hay nada nuevo que justifique estos vaivenes pues seguimos con los mismos culebrones de todo el verano: China, Grecia, Estados Unidos e, implícitamente, el crudo.

El adelanto electoral en Grecia y la dimisión de su primer ministro reabrieron el debate sobre la crisis helena, en esta ocasión, eso sí, con mimbres bien distintos. El último conejo que el trilero griego se ha sacado de la chistera, más que una amenaza al compromiso con las reformas, es una jugada política para mantenerse en el sillón. Pero sea cual sea el nuevo gobierno, que según parece liderará Tsipras, no va a deshacer nada. Si algo ha quedado claro tras el grotesco pulso del actual gobierno en funciones con sus socios europeos es que no pueden ganar. Así que, aunque pueda parecer difícil de creer, podemos dar el culebrón griego por cerrado en lo que a los mercados se refiere.

Sobre la situación de la economía china todavía se va a escribir mucho. Y más allá de la interpretación que el mercado pueda hacer de un dato puntual, hay que explicar muy bien que durante los últimos tiempos el crecimiento chino se ha basado en un fenómeno demográfico que aún tiene un largo recorrido por delante. Tendremos que digerir una economía china más grande con tasas de crecimiento a futuro inferiores pero su impacto global será escaso. Todo lo contrario, la presión a la baja en los precios del petróleo y el progresivo –y lento– reequilibrio de la balanza exterior china son buenas noticias, sobre todo para las economías desarrolladas.

Y respecto a la más que previsible –antes de fin de año– subida de tipos de interés en Estados Unidos, debo repetir dos ideas. Por un lado, los tipos suben porque las políticas monetarias expansivas han sido efectivas. Y por otro, lo razonable, teniendo en cuenta el punto de partida, sería que las subidas se leyeran como una muestra más de la normalización de la percepción del riesgo y no como un viraje hacia políticas monetarias restrictivas.

Así las cosas, puede que las clásicas rebajas de otoño se hayan adelantado y no me extrañaría que la bolsa cerrase por encima de los máximos que ya hemos visto este año.

José Ramón Iturriaga
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