Y ahora, ¿qué?

Doctores tiene la Iglesia. Y no voy a ser yo quien les diga cuál va a ser el desenlace de esta temporada de la política española. Probablemente, no lo sabe ni el guionista.

Sin embargo, las distintas posibilidades que se abren son menos malas que las que dejamos atrás. En política nunca digas nunca, pero no parece posible que se pueda relanzar el último planteamiento. La semana pasada constató que la desconfianza de los líderes de las izquierdas españolas anula la posibilidad de un gobierno de coalición. Y todo lo que no sea una coalición no le sirve a todo Podemos –Izquierda Unida ya se está lamentando de la oportunidad pérdida–, ni tampoco a Iglesias. Los puentes por esta parte no parecen reconstruibles.

La opción de la abstención patriótica sujeta a condicionalidad tampoco parece viable. Aunque haya algunos versos sueltos tanto en el PP como en Ciudadanos animando a explorar este camino, no es algo que encaje ni desde el punto de vista estratégico ni táctico. En Ciudadanos se ha impuesto el narcisismo de su líder, abjurando de sus principios fundacionales, y mientras Rivera esté al frente no se plantea nada distinto que el disputar el espacio político al PP. Casado, por su parte, no puede mover ficha a riesgo de alimentar el relato de Ciudadanos. Lo que planteaba el otro día Feijóo solo sería posible yendo de la mano con Ciudadanos y Rivera no está en esa pantalla.

A Sánchez le queda una baza: tras la sentencia del Supremo podrían darse las circunstancias para apelar a la responsabilidad de ambas formaciones, siempre que los sospechosos habituales se vuelvan a echar al monte lo que, conociendo a los personajes, está dentro de lo posible.