¿Y la contrarreforma laboral?

Más ruido que nueces. Los viernes de decretos ley se están quedando en gestos de cara a la galería, en guiños electoralistas que muestran los límites de las posibilidades reales de este Gobierno.

Un muy buen ejemplo ha sido, sin duda, la que había sido hasta hace poco el argumento central de su discurso económico: la derogación de la reforma laboral del Partido Popular. No han sido capaces de hacer ni el amago. Nada. Ni siquiera modificaciones cosméticas para predicar ante su parroquia.

De esta situación se puede hacer una doble lectura. Por un lado, las limitaciones que tiene el ejecutivo español para modificar algunas cosas. Las medidas que ha propuesto han sido puramente electoralistas, ya que las grandes líneas de la política económica vienen marcadas desde Bruselas. Y desde un primer momento ha quedado claro –y la Ministra de Economía ha sido más explícita en este tema gracias a su cercanía con Bruselas– que había muy poco margen en esta materia. La reforma laboral fue una exigencia de Bruselas para aprobar el rescate de nuestro sistema financiero y no hay vuelta atrás, como en tantos otros casos. Así, el margen queda limitado a gestionar los restos de las partidas de gasto con poca o ninguna discrecionalidad más allá del discurso. Dentro de la Unión Monetaria no hay posibilidad de atajos, ni aquí, ni en Italia, ni en Grecia o Portugal.

Y, por otro lado, constituye la mejor muestra de las capacidades del llamado gobierno Frankenstein. Funcionó para sacar a Rajoy, pero no da más de sí, ni ahora ni en una posible repetición de la coalición si los números cuadran a partir del próximo 28A.

Artículo publicado en ABC.

José Ramón Iturriaga
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