Foto: Gage Skidmore
De seguir así la campaña, con bastante probabilidad, Hillary Clinton será la próxima presidenta de Estados Unidos. Eso dicen todas las encuestas, aunque sigue sin descartarse una victoria de Trump. El resultado final dependerá de algunos estados en los que el voto no está del todo definido. Y es que, frente a la imagen que podamos tener desde aquí, Estados Unidos no es solo Nueva York, Miami y California. Cualquier circunstancia que movilice el voto protesta –el que aglutina Trump– puede acabar dándole la victoria. Es poco probable pero puede pasar. Ya hemos visto hace no tanto que las elecciones pueden ser una forma de desahogo para muchos votantes.
Si pasara, pocos se alegrarán. No tanto por lo que el estrafalario personaje pueda acabar haciendo sino porque representa –y se ha esforzado mucho en ello– las más bajas pasiones de los votantes americanos. La suya sería la victoria de la vísceras sobre el cerebro y eso nunca será una buena noticia para nadie.
Con todo, sin añadirle una pizca de sentido, tampoco supondría el fin del mundo. Por un lado, el sistema de contra-poder de los americanos limita mucho las capacidades del presidente, más aún si lo que pretende son tonterías que encontrarían oposición incluso dentro de su propio partido. Y por otro, quizá más importante, tengo dudas de que Trump se crea realmente lo que propone, sencillamente porque no parece creer en nada. Una cosa es lo que haya tenido que decir para llegar donde está y otra que realmente se lo crea, no resulta precisamente el tipo de persona que transmita muchos ideales. Y no lo va a ser, pero si lo fuese tampoco pasaba nada. Continuará…
Artículo publicado en ABC.
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